La degradación de los suelos avanza a gran velocidad y amenaza la capacidad de América Latina y el Caribe para satisfacer de manera sostenible la demanda alimentaria actual y proyectada al futuro. Esto compromete nuestro principal capital productivo, generador de divisas y empleos, que sostiene a las economías de la región y la seguridad alimentaria global.
Además, la pérdida estimada de un mil millones de dólares por año, derivada de la capacidad reducida de los suelos para proporcionar servicios ecosistémicos –que regulan los ciclos globales del carbono, el agua y los nutrientes– también condiciona la cantidad y calidad de los recursos naturales disponibles para apoyar las actividades socioeconómicas y los medios de vida de las poblaciones. La principal causa de la degradación del terreno en las regiones áridas, semiáridas, subhúmedas y secas de América Latina y el Caribe es la desertificación, que afecta al 35% de la superficie de la región.
La principal causa de la degradación del suelo en las regiones áridas, semiáridas, subhúmedas y secas de América Latina y el Caribe es la desertificación, que afecta al 35% de la superficie de la región
El profesor Rattan Lal, considerado la mayor autoridad mundial en ciencias del suelo, Premio Mundial de la Alimentación 2020 y co-ganador del Nobel de Paz en el 2007, ha concluido que otra consecuencia importante de esta degradación es la pérdida de biodiversidad. Los suelos agrícolas han perdido hasta 75% de sus reservas naturales de carbono y su biodiversidad, principalmente a causa de prácticas de manejo agrícola no sostenibles. En la región de América Latina y el Caribe, la deforestación es una de las principales causas de deterioro y de emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera.
Como resultado de todas estas limitantes, se estima que el 49% del territorio de esta zona está expuesto a la erosión hídrica, y aproximadamente el 56% de la tierra se ve afectada por la degradación química (salinidad o acidez).
Considerando que los suelos son un recurso natural fundamental para el desarrollo del ser humano, que América Latina y el Caribe es una de las regiones más ricas del mundo en recursos naturales y biodiversidad, que tiene el 23% del total de las tierras potencialmente cultivables y que cuenta con 31% del agua dulce del planeta, está claro que mantener la salud de las tierras cultivadas en la región con adecuada cubierta vegetal y sujetas a buenas prácticas agrícolas constituye el reto más importante que tiene la agricultura en nuestro continente.
Ante este grave panorama y a efectos de honrar el mandato de velar por el desarrollo agropecuario y el bienestar de las poblaciones rurales de las Américas, nos propusimos apoyar el diseño e implementación de una estrategia hemisférica que incluya la creación de políticas, la implementación de prácticas de manejo de tierras y los incentivos para transformar los sistemas agrícolas en ecosistemas que recuperen su fertilidad y acumulen más carbono en los suelos.
Esa voluntad se transformó en acción con el lanzamiento de Suelos Vivos de las Américas, una iniciativa conjunta del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) y el Centro de Manejo y Secuestro de Carbono (C-MASC) de la Universidad Estatal de Ohio que dirige el profesor Lal. Este proyecto trabajará junto a gobiernos, organismos de financiamiento y socios del sector privado.
Al igual que con el cambio climático, el principal factor para el deterioro de los terrenos es la actividad humana, ya que se relaciona con la gestión inadecuada de la tierra y sus interacciones con otros factores, naturales, sociales y económicos. Es hora de articular esfuerzos y capacidades para ofrecer soluciones concretas y efectivas. Al final de cuentas, la salud del suelo es también la salud de todo lo que hay sobre él.
Manuel Otero es Director General del IICA (Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura).
Ser agricultor en Latinoamérica no es tarea fácil, más aún en tiempos de la covid-19. Aunque la región ha podido responder favorablemente a los desafíos de la actual pandemia, ¿cómo se avizora el futuro de los sistemas agroalimentarios en sus países? Ser considerado el granero del mundo no es suficiente para afrontar una mayor demanda de una población en constante crecimiento, mantener la estabilidad de los precios, pero, sobre todo, hacerlo en equilibrio para resguardar la rica biodiversidad de la región.
Michael Morris, experto en agricultura del Banco Mundial, presentó con sus colegas Ashwini Rekha Sebastian y Viviana Maria Eugenia Perego, junto con colaboradores de otras instituciones como el Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (IFPRI), el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), y McKinsey un informe sobre los sistemas agroalimentarios de la región. En esta entrevista, Morris presenta un panorama del sector y cómo se puede reimaginar la agricultura del futuro en América Latina y el Caribe
Pregunta: ¿Cuál es el panorama actual del sector agrícola en América Latina? ¿Cuáles son sus principales desafíos?
Morris: Los sistemas agrícolas y alimentarios de América Latina y el Caribe son reconocidos, y con razón, como uno de los más exitosos del planeta. Han alimentado a una población en rápido crecimiento, han facilitado el desarrollo económico, permitido la urbanización, generado ingresos de exportación considerables, y contribuido a una reducción del hambre y la pobreza, en especial a unos veinte millones de hogares clasificados como pequeños productores o productores familiares. Y en el actual contexto de pandemia, están jugando un papel clave al asegurar un suministro muy oportuno de alimentos y estabilizar sus precios en los mercados mundiales.
De hecho, la región es la mayor exportadora neta de alimentos en el mundo, es decir, exporta más alimentos de los que importa. Estas exportaciones ayudan a reducir y estabilizar los precios internacionales de los alimentos, beneficiando a consumidores de todo el mundo. Además, Latinoamérica es la mayor productora de servicios ecosistémicos, sus enormes bosques y extensas sabanas tienen una influencia crucial en la conformación de los patrones climáticos a nivel mundial y en la mitigación del cambio climático.
A pesar de estos aportes, la imagen pública de los sistemas agrícolas y alimentarios latinoamericanos de ser dinámicos, productivos y eficientes refleja apenas una parte de una realidad más compleja. En muchos aspectos, estos sistemas tienen un bajo desempeño: han sido lentos para responder a los cambios en el entorno mundial, y muchos de ellos siguen dependiendo de métodos de producción centenarios anticuados, ineficientes y perjudiciales para las personas y el medio ambiente.
Por suerte, las perspectivas no son tan negativas. Frente al actual panorama de bajo desempeño, subyacen enormes oportunidades. Los avances tecnológicos abren la puerta a métodos nuevos, más eficientes y ambientalmente más amigables para producir, procesar, distribuir, consumir y reciclar los alimentos.
P: En las últimas décadas, hemos observado la expansión de la frontera agrícola en la región. ¿Cómo se puede impulsar el crecimiento de la producción agrícola sin que dañe al medio ambiente?
R: Si bien algunos productores de la región han estado a la vanguardia en cuanto a la adopción de tecnologías verdes, la agricultura y los sistemas alimentarios en muchos países están dominados por modelos productivos basados en prácticas no sostenibles que perjudican a ciertos servicios ecosistémicos críticos para el bienestar humano; a la vez que generan un volumen considerable de emisiones de gases de efecto invernadero. La agricultura y la ganadería son responsables del 70% de la transformación de los hábitats regionales, en tanto que la tasa de deforestación en la región triplica el promedio mundial. Los actuales modelos productivos amenazan la viabilidad de la capacidad de producción alimentaria de Latinoamérica y deberán ser reemplazados por modelos superiores que mejoren la productividad, disminuyan la pérdida y el desperdicio de alimentos, aseguren la sostenibilidad de los recursos naturales de los cuales depende la agricultura, incrementen la prestación de servicios ecosistémicos y mejoren la resiliencia ante el clima.
Como ocurre con la mayoría de los problemas complejos, no existe una fórmula mágica, sino más bien una combinación de acciones que serían necesarias, que van desde prácticas agrícolas y ganaderas intensivas hasta el pago por servicios de los ecosistemas, la digitalización climáticamente inteligente y la adopción de tecnología. Un enfoque que ofrece un gran potencial para integrar muchos de estos ángulos es la economía circular, para aprovechar una mejor gestión del suelo, el consumo de energía y agua, la gestión de residuos y la prevención de la contaminación. Las innovaciones tecnológicas como la agricultura de precisión, la reutilización del agua, la bioenergía y el biofertilizante o la agricultura inteligente ofrecen numerosas oportunidades para complementar este enfoque, lo que permite un uso intensivo y eficiente de los recursos, alta productividad y baja huella ambiental, y aumento de la resiliencia climática. Y en una región donde cuatro de cada cinco personas viven en áreas clasificadas como urbanas, la integración de la economía circular en la agricultura urbana y periurbana (la práctica de cultivar alimentos y criar ganado dentro o cerca de áreas urbanas), parece una opción particularmente prometedora.
P: En este contexto de pandemia, ¿cuál es el papel de la agricultura con miras a una recuperación económica sostenible de América Latina?
R: Si bien los efectos a gran escala de la pandemia aún no se conocen por completo, su impacto sobre la agricultura y alimentación en la región se está sintiendo de varias formas. Afortunadamente, la producción primaria demostró tener una gran resiliencia, en el sentido de que la mayoría de los productores ha podido continuar sus operaciones. En cambio, sí se observan desafíos más arriba en la cadena productiva, a medida que el flujo de muchos productos alimenticios es alterado por restricciones al movimiento que provocan cuellos de botella en la distribución o bien que impiden el redireccionamiento de los flujos de alimentos luego del cierre de algunos sectores de la economía.
Pero no hay que poner en duda de que el sector agroalimentario tiene un papel muy importante en una recuperación económica sostenible de los países, garantizando el suministro de alimentos en la región, brindando empleo a millones de personas, aportando divisas extranjeras a países exportadores de alimentos, mejorando la balanza comercial en países importadores de alimentos, y restableciendo los servicios ecosistémicos de los cuales depende el bienestar a largo plazo del planeta.
La recuperación representa, de manera significativa, una oportunidad para volver a construir mejor y promover medidas integrales en el nexo donde confluyen la salud humana, animal y ambiental, los tres ejes interconectados del enfoque “Una Salud”. Se deberán replantear los sistemas, las políticas y las instituciones durante la transición posterior a la covid-19 para asegurar un panorama alimentario más limpio, verde e inclusivo y alimentos de calidad, seguros y más nutritivos. Los puestos de trabajo y la transformación económica deben ser el centro de esta estrategia orientada hacia el futuro, una que se base en infraestructura resiliente y un capital humano fortalecido.
P: ¿Qué podría afectar a los sistemas agroalimentarios de Latinoamérica en el futuro?
R: El informe identifica factores divididos en dos categorías: tendencias y factores disruptivos. Las tendencias son fuerzas a largo plazo como el crecimiento poblacional, el aumento del ingreso y de la urbanización. Estas tienen un gran efecto sobre los sistemas agroalimentarios, aunque son lentas y en gran medida predecibles, por lo que los gobiernos deberían poder lidiar con estas con relativamente más facilidad.
Por el contrario, los factores disruptivos son fuerzas repentinas como los avances tecnológicos, eventos climáticos catastróficos, pandemias globales o cambios radicales de políticas públicas. Su impacto es significativo, y como pueden ocurrir de forma repentina y sin previo aviso, es más difícil poder estar preparados.
Como no podemos predecir el futuro, el informe no brinda un pronóstico sobre cómo afectarán las tendencias y factores disruptivos a los sistemas agroalimentarios de la región. En su lugar, expone un ejercicio de escenarios que incorporan una combinación de métodos cuantitativos y cualitativos y promueven la participación de un amplio número de partes interesadas mediante la utilización de plataformas presenciales y virtuales. El ejercicio analizó la forma en que diferentes combinaciones de factores pueden derivar en resultados distintos para los sistemas agroalimentarios de Latinoamérica. Con base en estos escenarios, se identificaron medidas prioritarias que podrían ayudar a obtener resultados positivos y evitar los negativos. Pueden consultar nuestro estudio Panoramas alimentarios futuros: Reimaginar la agricultura en América Latina y el Caribe para tener una mejor idea de cuáles son estas medidas.
María José González Rivas es editora digital del Banco Mundial
La compañía tecnológica china Xiaomi ha lanzado al mercado un dispositivo que es capaz de desinfectar las frutas y hortalizas y además cargar el móvil. Este purificador tiene una batería inalámbrica de 4.400 mAh incorporada.
De momento solo está disponible en China donde se enviarán las primeras unidades a partir del día 14 de enero. Llega al mercado con un precio de 199 yuanes, unos 25 euros. Utiliza una tecnología de purificación de iones de alta energía que
convierte las bacterias de las frutas y verduras en una sustancia inofensiva y las elimina. Según ha informado la empresa fabricante, la eliminación de los pesticidas es superior al 90% y el efecto bactericida es superior al 99,99%.
Tiene una batería inalámbrica incorporada de 4.400 mAh para cargar el purificador pero con la que también se puede cargar el Smartphone. Con una sola carga puede funcionar hasta 35 veces. Sus medidas son de 106 x 106 x 74 mm y puede usarse en un recipiente que contenga entre 3 u 8 litros de agua.
China se convirtió en el principal socio económico del Perú. El 29% de nuestras exportaciones llegan al mercado asiático. Así, nuestro país se convirtió en su principal abastecedor de palta.
Aunque la competencia por el mercado de palta en China sigue creciendo –ya se sumaron Colombia y Nueva Zelanda-, Perú es el primer exportador del producto agrícola a China.
El embajador de Perú en China, Luis Quesada, precisó que las agroexportaciones crecieron hasta alcanzar el récord histórico de 176 millones de dólares durante 2019, con la fruta como abanderado al registrar un crecimiento del 30%.
Productos como la uva, palta, mango, cítricos y espárragos se sumaron a la quinua como productos en expansión en el mercado internacional. También hay que destacar al arándano, que registró un incremento interanual de 113%.
Pandemia
China aún se recupera del impacto económico del Covid-19. Las consecuencias en el corto plazo afectarán a las importaciones tradicionales, pero seguirá creciendo la demanda de productos con mayor valor agregado.
Normalmente, las exportaciones peruanos en China son bajas en los primeros meses del año, pero la pandemia obligó a reducir la demanda asiática. El sector minero fue uno de los más agraviados con una consecuente caída en su precio internacional.
China siguió importando a través de mecanismos apoyados por la tecnología, como su sistema de emisión de certificados sanitarios y fitosanitarios electrónicos, desarrollados por autoridades sanitarias en el Perú.
Mientras que en la etapa pospandemia, Perú deberá desarrollar estrategias de uso de canales avalados por tecnologías que promocionan productos, servicios y para captar inversiones, informa el embajador de Perú en China.
Dos ejemplos de lo antes mencionado son el Salón del Cacao y Chocolate que se desarrolla de forma virtual respaldado por 140 misiones diplomáticas y consulares del Perú; y el E-rueda de Negocios que remplazó la Macro Rueda de Negocios.
“El e-commerce está en su apogeo aquí en China, representa aproximadamente el 35% del mercado minorista en general. Se espera que la cuota de comercio electrónico de China alcance la mitad del mercado mundial para 2020”, dijo Quesada.
Buenas relaciones
China también es uno de los principales inversores en el mercado peruano. De acuerdo a Quesada, hay un TLC que está en proceso de optimización que contribuirá a hacer más sólidos los vínculos económicos.
Perú fue uno de los primeros países en tener un TLC con China –en vigencia desde hace diez años-.
“La firma del TLC con dicho país ha significado el acceso preferencial para los productos peruanos, la integración a cadenas productivas, la promoción de inversiones y la facilitación del comercio”.
Desde la vigencia de esta TLC, cerca de 1.400 empresas –muchas micros y pequeñas- iniciaron exportaciones al país asiático. La optimización del tratado antes mencionado repotenciará la integración comercial y maximizará los beneficios.
Entre los puntos que se modifican están los relacionados con reglas de origen, procedimientos aduaneros, la facilitación del comercio, el comercio de servicios, la promoción de inversiones, la propiedad intelectual, y las medidas sanitarias y fitosanitarias.
Además se incorporarán temas en relación a las políticas de competencias, comercio electrónico y cadena global de suministros.